Por Manuel T. Bermúdez
Durante varias décadas, desde el año 1986, ha sido sitio de esparcimiento, refugio,
galería, ventana para que los artistas exhiban su trabajo. Es un territorio
tradicional en Cali, en el que tienen asiento restaurantes y pequeños cafés que
ponen al lugar un toque romántico, y en donde es grato sentarse a conversar un
buen tinto o a saborear un exquisito
plato de la variada oferta que hay en el sector.
Pero lo que hace especial al El Parque del Peñón, es que, es el lugar escogido por artistas de diversas
disciplinas, que habitan en la ciudad, para domingo a domingo exhibir sus trabajos,
dialogar con los transeúntes, contarles de sus técnicas y llenar de color este jardín que se
convierte en una galería a cielo abierto.
El murmullo de las voces de los visitantes comentando
las obras de los artistas, compite con
algunos músicos que llegan hasta el sitio a compartir sus sonidos. El olor a
pintura fresca se mezcla con los que salen de los varios restaurantes que hay
en el lugar y la gente disfruta del espacio en el que el arte tiene un sitial
de privilegio y se vuelve parte del paisaje citadino en este espacio.
La modernidad, contra todo lo histórico, se llevó en sus ansias de dinero el que fuera antaño el Colegio de la Sagrada Familia, primer
colegio femenino de Cali, fundado en 1907, y de paso dejó sin la alegría de las chicas
este entorno caleño para convertirlo en un ruidoso centro comercial que no ha
podido ser aún por transgresor.
Y allí estuve, en el Parque El Peñón, sintiendo como
Frida Kahlo, mira desde su vivencia intensa e
inolvidable a los que pasan sin recordar su historia; o como las mariposas pretenden el vuelo con
alas de cristal; me enteré también que
los paisajes y la gente que se hace con la espátula no son sino manchones de
color que nuestra vista acaba de construir para alegrar el alma, para regocijo
de los sentidos. Que es un hermoso engaño hecho color. También me enteré que la
cabuya no solo sirve para atar sino para realizar obras magnificas que se transforman
en paisajes, plantas o árboles que florecen con colores imposibles.
Estar un domingo en el Parque El Peñón, es llenarse de
alegría para justificar la existencia, es caminar entre las obras expuestas
para llenar el alma de colores en este tiempo de grises que ha puesto en
nosotros la pandemia, es escuchar a Miguelito Dueñas, el Señor del Tango,
interpretando, “todo de negro hasta los pies vestido”, una bella melodía de
esas llamarecuerdos que nos devuelven a otros momentos, a otros lugares y que
se va en el viento de la tarde para enternecer el alma de los espectadores que
atentos se acurrucan en algún lugar de este parque inolvidable.
Nos alegra a todos el regreso de los artistas con sus
cuadros hermosos, nos anima el retorno
del público que tiene risa franca para celebrar la vida, nos gusta ver a los compradores que regatean un
cuadro para llevarse a casa y disfrutarlo en familia, nos conmovemos porque la vida siempre pide
vida para seguir siendo y porque el
parque siempre quiere un artista en su espacio.
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